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El caso es que sí, el tiempo y las derrotas (también puede uno acumular derrotas como lector) me han llevado a admitir, mal que me pese, que las palabras de mi amigo se pueden aplicar perfectamente a una buena parte (¿la mayor?) de los más venerados clásicos de mis muy queridos géneros de la imaginación... Incluyendo este "Pórtico" del que, como se suele decir, he venido a hablar (y llevo ya tres párrafos sin entrar en materia). Sinceramente, leer un libro a estas alturas únicamente por los "valores intrínsecos del género" me resulta complicado, ahora que la lectura no debe ser militante sino únicamente hedónica... Y coleccionar clásicos como quien se cuelga medallas (también hay una meritocracia lectora) tampoco es estímulo suficiente, dado que la ilusión de acumular un conocimiento enciclopédico (siquiera de un solo y joven género literario) se ha desvanecido con los años y la ilusión de inmortalidad. ¿Entonces?...
Pórtico no es un mal libro, ni muchísimo menos; no es despreciable desde el punto de vista literario, que de hecho cuida más que buena parte de los libros de su género. Simplemente es... sí, usaré la palabra maldita: mediocre. Para quien no conozca el argumento (pocos de mis lectores, supongo), narra las desventuras de Robinette Broadhead, un prospector, casta de aventureros de frontera en un futuro de escasez que arriesgan su vida en vuelos a lo desconocido, a lomos (es un decir) de naves espaciales pertenecientes a una civilización extraterrestre largo tiempo ausente de nuestro sistema solar... La Pórtico del título es un asteroide donde se conserva una base de dicha raza alienígena (los Heechees), en la que cientos de naves duermen un sueño de siglos esperando que un prospector (o un grupo de tres o cinco prospectores, pues ésta es la capacidad de las naves) se embarquen en un vuelo incierto a un lugar a priori desconocido del cosmos; pues las naves tienen piloto automático y no se puede modificar su rumbo, por lo que pueden llevarlo a uno a un descubrimiento que lo haga inmensamente rico o... a una muerte horrenda.
Robinette fue, vio y venció; pero no a un precio bajo... Desde el presente, y a través de sus sesiones de psicoterapia con su psiquiatra computerizado (una inteligencia artificial implacablemente sagaz, con la que mantiene una relación tan humana de amor-odio), Robinette evoca su tiempo en Pórtico, las diversas misiones en que se embarcó, el conflicto entre el miedo y la desesperada necesidad de crédito que le lleva, muy a su pesar, a arriesgarse en sucesivos vuelos a ciegas... Y también, y quizá sobre todo, la historia de amor con una compañera prospectora, historia condenada a un ¿final? impensablemente atroz.
La novela se centra en estos detalles, digámoslo groseramente, humanos, más que en el previsible elemento de exploración y atisbo maravillado de un cosmos misterioso y desconocido, que, en manos de un autor más convencional que Pohl, habría sido probablemente el único eje de interés de la narración. Pohl es un escritor más dotado y sutil que la media de sus correligionarios, y en consecuencia desvía de manera inteligente el foco de los elementos más convencionales de la historia para facilitarnos un enfoque esquinado, heterodoxo, más emparentado con la novela de culpabilidad semítica de un Philip Roth de los 70 que con las historias "de navecitas espaciales" de la más arquetípica ciencia-ficción. El caso es que algo así, en principio meritorio y acreedor de una especial atención por mi parte (siempre he preferido la ci-fi menos típica, incluso underground, a los modelos más sagrados del género), no termina de funcionar. O no termina de funcionarme.
Sinceramente (primera confesión vergonzante): esta vez hubiera preferido algo más sota-caballo-rey. Comencé la lectura de esta novela a la búsqueda de (perdonen por autocitarme) ese atisbo-maravillado-de-un-cosmos-misterioso-y-blablabla del que antes hablaba, ese valor intrínseco del género que un planteamiento como el de "Pórtico" indudablemente prometía. No es que no haya sentido de la maravilla en la narración de los (pocos) viajes en los que el bueno de Robinette acaba enrolándose, pero... de alguna manera, no es ese el interés primordial de Pohl, lo que se traduce en una desatención casi negligente a los aspectos técnicos del viaje, los descubrimientos, rutinarios o no, que hacen los prospectores... Todo ese elemento de, digamos, arqueología espacial (arqueología de lo maravilloso) que en manos de, por ejemplo, un Jack McDevitt, sería el eje fundamental de la historia.
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Sólo (rindiendo homenaje a mi amigo) un clásico de la ciencia-ficción... y una novela mediocre. Así que, en resumen, devuelvo el libro a la estantería, hago una muesca más, me cuelgo otra medalla, y me pregunto como tantas veces al culminar un libro por el sentido profundo de la lectura; qué buscamos -qué buscamos realmente- al embarcarnos en un libro tras otro, en una sucesión interminable y sin final posible -al menos sin otro final que la muerte- que tanto se asemeja a una carrera hacia ninguna parte... Y, sinceramente, cada vez me cuesta más encontrar la respuesta.
Hasta el próximo libro que me deslumbre y me encienda la mirada, que gustosamente compartiré con ustedes aquí...
(Me permito "pastear" aquí los dos comentarios recibidos a esta crítica en otro blog, dado que voy a eliminarla de aquél para recoger todas las críticas literarias en éste... Ustedes me comprenderán)
ResponderEliminarEl 24 de abril a las 11:28 AM Javi B. dijo:
Me ha gustado mucho la crítica. A mí me ha pasado algo similar al tratar de leer otro clásico de la ci-fi, "Mundo Anillo". No he podido evitar dejar a un lado al crítico malintencionado y finalmente se me ha caído todo el tinglado al completo. Me da un poco de pena, porque sé que "Mundo Anillo" leído a su debido tiempo me habría proporcionado aquellas altas cuotas de placer nerdoso que buscábamos por entonces en estas cosas.
Está claro que los tiempos han cambiado. Nos negamos a ver la ci-fi como "algo superado", pero estamos en pleno derecho de exigir que esté bien escrita. Sentido de la maravilla SÍ, pero con literatura.
Me encantaría que siguieses tu blog por estos territorios, eso sí, sin abandonar tus bellas notas ego-bloggeras...
El 26 de abril a las 7:42 AM (seguro???) Agustín Lozano de la Cruz dijo:
Un tanto tarde, pero aquí llega “el amigo muy cercano”. En primer lugar, te felicito de nuevo por una brillante y equilibrada reseña, y celebro que des cabida a la crítica literaria en este blog.
Entrando ya en materia, siempre dije en mi descargo que cometí la torpeza de leer ‘Solaris’ en inglés, y eso dificultó bastante mi disfrute del texto. Supongo que por eso solté la frase de marras. Lo que ocurre es que, efectivamente, con el paso del tiempo tenemos cada vez menos tolerancia hacia los libros escritos de forma mediocre, por mucha imaginación o sentido de la maravilla que puedan albergar. Hace no muchos años comencé a leer ‘Pórtico’ y no me interesó nada (bien es cierto que mi paciencia como lector es más bien escasa).
Y es igualmente cierto que seguimos buscando calidad y altura de miras en el género, resistiéndonos a admitir lo que ya sabemos (que rara vez las novelas de género están realmente bien escritas), como me ha ocurrido recientemente al adquirir ‘Hide me into the graves’, de Tim Powers: sospecho que me decepcionará y no conseguiré leerla por entero, porque pertenece a una etapa lectora que superé hace largo tiempo, pero aún así le daré una oportunidad.
Ahora bien, me pregunto si no sucede más o menos lo mismo con la literatura mainstream, donde supuestamente abunda la calidad literaria. Cuántas novelas nos dejan insatisfechos, y en cuán pocas encontramos ese sentido profundo de la lectura al que te refieres. Haciendo memoria, en mis lecturas del último año sólo me dejaron huella ‘La noche de los tiempos’, de Muñoz Molina, y en menor medida ‘Si una noche de invierno un viajero’, de Italo Calvino. Todo lo demás, estando mejor o peor escrito, siendo o no de género, simplemente no trasciende.
De modo que, concluyendo, está claro que nos hemos vuelto mucho más exigentes con los años. Y acaso sea tan complicado encontrar una lectura inolvidable fuera del género como dentro de él.